Brasil fue testigo de una de las imposturas más insólitas de su historia reciente. Durante más de 23 años, un hombre ejerció funciones dentro del sistema judicial haciéndose pasar por un juez británico. Bajo el llamativo y ficticio nombre de Edward Albert Lancelot Dodd Canterbury Caterham Wickfield, logró construir una carrera pública que hoy se desmorona como un castillo de naipes. La verdad, que acaba de salir a la luz, ha dejado a jueces, colegas y autoridades completamente descolocados.
El protagonista de esta historia es en realidad José Eduardo Franco dos Reis, un ciudadano brasileño común que decidió reinventarse en los años 80. Para ello, falsificó su partida de nacimiento y se presentó como un aristócrata británico nacido en Brasil pero educado entre castillos y colegios ingleses. En 1995, ya con su personaje consolidado, ingresó como juez en el sistema judicial del estado de São Paulo. Durante décadas nadie cuestionó ni su nombre, ni su acento, ni su biografía adornada con referencias literarias.
Inspirado en personajes de Charles Dickens y leyendas artúricas, Wickfield se convirtió en figura habitual de eventos oficiales, publicaciones jurídicas y entrevistas a medios. Afirmaba ser hermano adoptivo de una familia noble del Reino Unido. Su historia, tan extravagante como pulida, le permitió permanecer en cargos públicos hasta su retiro en 2018. Lo más asombroso es que todos sus documentos, títulos y credenciales estaban a nombre del personaje ficticio, sin que ninguna institución detectara el engaño.
El fraude más literario de la justicia brasileña
La farsa llegó a su fin en 2024, cuando Dos Reis acudió a una oficina gubernamental para renovar su cédula de identidad. Allí, al cruzar datos del número de registro con las huellas digitales, los funcionarios notaron que el nombre correspondía a otra persona. El sistema reveló que Edward Wickfield jamás existió en registros oficiales británicos, y que el número de documento pertenecía a José Eduardo dos Reis, un hombre sin historial de viajes internacionales y con pasado completamente brasileño.
La revelación no solo sorprendió a las autoridades. También generó cuestionamientos sobre cómo pudo alguien mantenerse tanto tiempo bajo una identidad falsa sin ser detectado por el sistema. La fiscalía brasileña abrió un proceso por falsedad ideológica y uso de documentos apócrifos. Sin embargo, hasta la fecha, Dos Reis no ha sido localizado ni notificado formalmente. Tampoco ha ofrecido pruebas que respalden la historia que relató durante años.
Cuando fue convocado a declarar, intentó sostener una explicación aún más inverosímil: que Wickfield era su hermano gemelo, adoptado por una pareja inglesa. Ningún documento respalda esa versión, y la hipótesis quedó rápidamente descartada. La Fiscalía del Estado de São Paulo ya solicitó medidas para rastrear el paradero del impostor, mientras el Tribunal de Justicia suspendió el pago de su jubilación, estimada en más de 28.000 dólares mensuales.
Una farsa institucionalizada y digna de guion
Durante su trayectoria como “juez honorario británico”, Wickfield acumuló respeto y notoriedad. Incluso llegó a representar, de forma simbólica, al Reino Unido en eventos académicos y judiciales. Firmó documentos, participó en congresos y fue citado en publicaciones especializadas. Todo esto ocurrió sin que se realizara una sola verificación internacional ni se pidiera autenticidad de su identidad.
Más allá de la anécdota curiosa, el caso revela fallas profundas del sistema burocrático y judicial brasileño. La facilidad con la que una persona pudo construir un personaje literario y convertirlo en un actor institucional genera alarma sobre los mecanismos de control en el acceso y permanencia en cargos públicos. Lo que en otro contexto sería motivo de comedia, aquí se transforma en un drama jurídico y administrativo.
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El Tribunal de Justicia del Estado de São Paulo ya investiga si durante su gestión se emitieron fallos o sentencias que pudieran ser impugnadas por vicios de legitimidad. Aunque se cree que su rol fue mayoritariamente ceremonial, el simple hecho de haber cobrado salarios y pensiones con identidad falsa podría generar un daño patrimonial al Estado.
Su historia ya figura en la lista de fraudes más insólitos del continente y, con toda seguridad, pronto será adaptada para la pantalla. Mientras tanto, la justicia brasileña busca respuestas, y sobre todo, mecanismos para que un cuento tan literario no vuelva a hacerse realidad en sus pasillos.
Fuente: Xataka