Un potente terremoto sacudió el norte de Myanmar, dejando una estela de destrucción, muerte y angustia. Las primeras horas tras el sismo fueron caóticas. Calles enteras quedaron sepultadas bajo los escombros, mientras la población, conmovida por la magnitud de la tragedia, intentaba rescatar a sus familiares con sus propias manos. Las cifras preliminares hablan de decenas de fallecidos y cientos de desaparecidos, aunque se teme que el número aumente con el paso de las horas.
El epicentro del movimiento telúrico, que alcanzó los 6,0 grados en la escala de Richter según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), se ubicó a pocos kilómetros de la ciudad de Mandalay, una de las más densamente pobladas del país. El sismo se produjo durante la madrugada del 29 de marzo de 2025, sorprendiendo a la mayoría de las personas mientras dormían. Esta situación agravó los efectos del desastre, ya que muchas víctimas quedaron atrapadas en sus viviendas sin posibilidad de escapar.
Los servicios de emergencia seguían buscando este domingo más víctimas del sismo registrado el viernes que dejó al menos 1,700 muertos en Birmania y que se sintió hasta Bangkok, donde murieron 18 personas.
A pesar de la llegada gradual de la ayuda internacional, el número de… pic.twitter.com/xkASBYNabw
— Telemetro Reporta (@TReporta) March 30, 2025
Escombros, cuerpos y búsqueda frenética de sobrevivientes
Las escenas posteriores al sismo son desoladoras. Equipos de rescate trabajan sin descanso entre las ruinas, mientras los habitantes observan con impotencia el colapso de edificios escolares, hospitales y viviendas. “Olor a muerte” es una frase que se repite entre los que caminan entre los restos de lo que alguna vez fueron sus hogares. El calor tropical y la falta de recursos agravan aún más la situación.
Numerosos voluntarios se unieron a los trabajos de búsqueda, usando palas, machetes o simplemente sus propias manos para remover los escombros. En zonas rurales, la ayuda tarda en llegar, y las comunidades deben organizarse para rescatar y sepultar a sus muertos. La precariedad de las infraestructuras y la limitada respuesta estatal en Myanmar han contribuido a que el desastre se convierta en una crisis humanitaria de grandes dimensiones.
Desplazamiento, luto nacional y una ayuda que no alcanza
Con decenas de aldeas afectadas, miles de personas quedaron sin hogar y se refugiaron en carpas improvisadas. La falta de agua potable, alimentos y medicamentos genera un riesgo adicional: la propagación de enfermedades. El gobierno local declaró luto nacional y llamó a la comunidad internacional a colaborar con urgencia. Sin embargo, las sanciones impuestas al régimen y la inestabilidad política dificultan el ingreso de ayuda humanitaria.
Organizaciones internacionales como la Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras ya se movilizaron, aunque denuncian obstáculos logísticos y restricciones impuestas por las autoridades. La infraestructura de transporte, severamente dañada, impide que la asistencia llegue a las zonas más afectadas. Mientras tanto, la población vive en una constante incertidumbre, esperando encontrar con vida a sus familiares bajo los escombros.
Myanmar, un país marcado por el dolor y la incertidumbre sísmica
Myanmar, situado en una zona de alta actividad sísmica debido a su ubicación entre las placas tectónicas euroasiática e indoaustraliana, ha sufrido tragedias similares en el pasado. Sin embargo, la fragilidad institucional y los conflictos internos agravan los efectos de este tipo de desastres. La falta de preparación y protocolos de emergencia vuelve a quedar expuesta, dejando a la población a merced de su propia suerte.
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La comunidad internacional observa con atención. Más allá de la tragedia inmediata, este evento reabre el debate sobre la gobernanza, la transparencia y la cooperación internacional en contextos de crisis. Sin un cambio estructural, Myanmar podría enfrentar futuras catástrofes sin capacidad de respuesta.
La situación en Myanmar es crítica. Mientras el mundo observa imágenes de destrucción y desesperación, miles de personas continúan buscando a sus seres queridos, muchos ya sin vida. El desastre ha puesto al país nuevamente en el centro de la atención global, no solo por la tragedia natural, sino por las consecuencias humanas, políticas y estructurales que este tipo de eventos visibiliza. Myanmar, en su hora más oscura, necesita más que solidaridad: requiere acciones coordinadas, inversión en prevención y un enfoque humanitario sostenido.
Fuente: Clarín