El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la imposición de un arancel del 25% a todos los automóviles que no sean fabricados en territorio estadounidense. La medida, que entrará en vigencia el próximo 2 de abril, forma parte de una política comercial más amplia que apunta a incentivar la producción nacional y reestructurar el comercio exterior del país bajo el concepto de impuestos “recíprocos”.
Durante una conferencia en la Casa Blanca, Trump declaró que los vehículos ensamblados dentro de Estados Unidos estarán exentos del nuevo gravamen, mientras que los importados enfrentarán el arancel completo. También se aplicará a camiones ligeros. Según estimaciones del mandatario, la medida podría generar ingresos fiscales de entre 600.000 millones y un billón de dólares en los próximos dos años.
El anuncio generó reacciones inmediatas en el mercado automotriz y en Wall Street. Acciones de compañías como General Motors, Tesla y Stellantis registraron caídas significativas tras conocerse la medida. Solo Ford logró cerrar con una leve alza. El índice Nasdaq cayó más de un 2%, reflejando la incertidumbre de los inversores ante el posible impacto económico.
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El sector automotor norteamericano se encuentra estrechamente vinculado con las cadenas de suministro de Canadá y México. La introducción de aranceles ya había afectado al acero y al aluminio importado en febrero, y ahora la industria automotriz se suma como nuevo blanco. Fabricantes como Honda ya han adelantado su intención de trasladar parte de su producción al territorio estadounidense para evitar costos adicionales.
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Expertos económicos advierten que el nuevo arancel podría encarecer los precios de los vehículos nuevos en hasta USD 12.500 por unidad, lo que podría excluir a muchas familias de clase media del mercado automotor. Además, se prevé una reducción en la variedad de modelos disponibles, lo que afectaría la competitividad del sector.
Trump justificó los aranceles como parte de una estrategia para frenar la migración ilegal y el ingreso de drogas como el fentanilo, argumentando que los países vecinos no están haciendo lo suficiente para controlar sus fronteras. En ese contexto, los aranceles se convierten también en herramienta de presión geopolítica, con consecuencias que trascienden el ámbito comercial.
Fuente: Clarín