Lugares vacíos al inicio de la sesión, habiendo transcurrido la media hora de tolerancia. Foto: Fernando Romero
La Cámara de Diputados volvió a refrendar su desprestigiada reputación como “Cámara de la vergüenza” al quedar sin quorum después de haber tratado apenas un punto de los trece previstos en el orden del día. El bochornoso episodio ocurrido ayer tuvo como detonante una controversia generada por la cuestionable metodología empleada en las votaciones, evidenciando una vez más la falta de seriedad con la que se conducen los trabajos legislativos.
El incidente se desencadenó tras el rechazo del pedido de interpelación a la ministra María Teresa Barán, cuando surgieron discrepancias con el registro de votos. El sistema digital consignó solamente 40 votos, momento en el cual el diputado cartista Esteban Samaniego, quien acumula cuatro pedidos de desafuero pendientes, supuestamente emitió su voto a viva voz para completar el quorum necesario.
Legisladores de la oposición cuestionaron inmediatamente la validez de dicho voto verbal, argumentando que se produjo fuera del tiempo reglamentario de votación y que, por lo tanto, correspondía declarar la sesión sin quorum. Sin embargo, el presidente interino de la Cámara, el diputado colorado oficialista Carlos Arrechea, defendió la legalidad del procedimiento, desestimando los reclamos opositores.
La tensión escaló rápidamente hasta que varios diputados liberales decidieron abandonar la sala en señal de protesta, lo que finalmente provocó la caída del quorum y la suspensión de la sesión con once puntos pendientes de tratamiento. Esta situación dejó en evidencia una práctica habitual entre muchos legisladores, quienes ni siquiera prestan atención al desarrollo de las sesiones y, al momento de votar, simplemente levantan la mano en lugar de utilizar el sistema digital de marcación.
La falta de compromiso de los diputados se manifestó desde el inicio mismo de la jornada. A las 9:30, concluida la media hora de tolerancia reglamentaria, apenas 37 legisladores se encontraban presentes, cantidad insuficiente para el quorum. Para ganar tiempo, se aprovechó la entrega del premio Emiliano R. Fernández al artista cordillerano Ricardo Núñez Benítez, permitiendo que los legisladores rezagados fueran llegando paulatinamente hasta alcanzar el mínimo necesario cerca de las 10:00.
Esta dinámica de trabajo irregular y poco profesional se ha convertido en moneda corriente en el Parlamento paraguayo, donde la “rabonería” —término local que describe la ausencia injustificada— y el “cachafacismo” —actitud prepotente y autoritaria— prevalecen sobre la responsabilidad institucional. A pesar de estas conductas inapropiadas, la Cámara no implementa sanciones efectivas contra sus miembros absentistas.
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El episodio de ayer no hace más que profundizar la crisis de credibilidad que atraviesa el Poder Legislativo, particularmente la Cámara de Diputados. La ciudadanía observa con indignación cómo sus representantes, que perciben generosos salarios y beneficios, incumplen sistemáticamente con sus obligaciones básicas y convierten el recinto parlamentario en escenario de disputas estériles.
La falta de seriedad en los procedimientos legislativos y la ausencia de mecanismos efectivos para garantizar la asistencia y participación responsable de los diputados plantean serios interrogantes sobre la calidad de la democracia paraguaya. Mientras estas prácticas persistan, difícilmente la Cámara Baja pueda desprenderse del mote de “vergüenza” con el que la sociedad la ha etiquetado.
Fuente: ABC Color
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