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Dron ruso perfora el sarcófago del reactor de Chernóbil

El impacto de un dron Shahed 136 en el escudo protector de Chernóbil ha provocado daños estructurales que comprometen su integridad, planteando un enorme desafío a la seguridad nuclear.

Foto: Wikimedia Commons

Un dron Shahed 136, de fabricación iraní y lanzado por Rusia, ha comprometido gravemente una de las mayores obras de ingeniería del mundo: el sarcófago que contiene la radiación del reactor 4 de Chernóbil. El incidente, ocurrido el 14 de febrero, ha generado alarma internacional por las posibles consecuencias de este daño a la estructura diseñada para contener los residuos radiactivos del peor desastre nuclear de la historia.

El impacto perforó la New Safe Confinement (Nueva Estructura de Confinamiento Seguro), un colosal domo de acero instalado en 2016 con un coste de 1.700 millones de dólares y la participación de más de 45 países. Esta estructura, concebida para resistir desastres naturales pero no acciones bélicas, fue comprometida por un artefacto cuyo valor aproximado ronda los 20.000 dólares.

El impacto y sus consecuencias inmediatas

El ataque provocó un incendio interno que se prolongó durante casi tres semanas, afectando gravemente la parte norte de la estructura y causando daños también en el sector sur. Aunque el fuego inicial se extinguió rápidamente, una membrana impermeable dentro del aislamiento continuó ardiendo y humeando durante días, según confirmaron las autoridades ucranianas y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Para combatir el incendio, los equipos de emergencia, equipados como alpinistas, debieron abrir agujeros en la capa exterior del domo e introducir agua a presión. Esta medida, normalmente prohibida, contraviene el principio fundamental de mantener el interior seco para evitar la corrosión de la estructura metálica.

La intervención elevó significativamente los niveles de humedad dentro del recinto, lo que ahora representa un grave riesgo para la estabilidad de la estructura y su capacidad de aislamiento. Para el 7 de marzo, Ucrania declaró el fuego oficialmente extinguido, pero los daños ya eran extensos, comprometiendo seriamente la funcionalidad original del domo.

Aunque las mediciones externas indican niveles normales de radiación, la integridad del sistema está en entredicho, obligando a reconsiderar el plan de desmantelamiento del reactor y el tratamiento de los residuos radiactivos, que estaba previsto para comenzar en los próximos cinco años.

Un desafío técnico sin precedentes

Expertos como Shaun Burnie y Jan Vande Putte, de Greenpeace, han explicado que el impacto del ataque no solo fue físico, sino también simbólico: demostró la vulnerabilidad de una estructura diseñada para durar un siglo y proteger a Europa y al mundo del contenido radiactivo del reactor. Según estos especialistas y autoridades ucranianas como Artem Siryi, la estructura ya no cumple su función de confinamiento y podría requerir ser completamente desmantelada y reemplazada, una operación de costes millonarios y dificultad técnica extrema.

La alternativa inmediata, según sugiere Eric Schmieman, uno de los ingenieros principales del proyecto original, podría consistir en medidas provisionales para reducir la humedad y evitar la corrosión, como sellos temporales y la reactivación del sistema de ventilación. Sin embargo, reparar o reconstruir la estructura en su ubicación actual es prácticamente imposible debido a los altos niveles de radiación, y moverla también presenta riesgos severos, especialmente por el estado deteriorado del sarcófago soviético original que aún contiene.

El escudo dañado representa el resultado de décadas de esfuerzos para contener una catástrofe que en 1986 provocó la evacuación de una zona de exclusión de 2.600 km², dejó un saldo oficial de 31 muertos inmediatos y contribuyó a un aumento sostenido de cánceres, particularmente de tiroides.

Guerra, vulnerabilidad y futuro incierto

El ataque, realizado en el marco de la invasión rusa de Ucrania, marca un nuevo hito en la vulnerabilidad de infraestructuras críticas ante armas baratas y difíciles de interceptar. Hasta ahora, ambas partes habían evitado golpear directamente plantas nucleares activas, pero el uso creciente de drones para ataques estratégicos sobre instalaciones energéticas ha generado alarma mundial.

Según Siryi, responsable de la operación del domo, muchos drones sobrevuelan Chernóbil casi todas las noches, la mayoría en dirección a Kyiv, lo que refuerza la necesidad de replantear la protección de sitios nucleares ante este nuevo tipo de amenaza aérea constante, silenciosa y accesible.

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La restauración total de la estructura dañada se perfila como una empresa casi imposible. Los expertos sugieren comenzar con soluciones urgentes de mitigación mientras se evalúa la factibilidad de una reconstrucción. Irónicamente, los drones, la misma tecnología que perforó el domo, podrían ahora convertirse en aliados: pequeños dispositivos desarrollados por Ucrania podrían utilizarse para evaluar daños internos y asistir en reparaciones remotas, minimizando la exposición humana a la radiación.

El coste, la escala del daño y los riesgos implicados plantean un dilema técnico y financiero sin precedentes para la comunidad internacional. La disyuntiva ahora será decidir entre emprender una nueva obra titánica o arriesgarse a una futura catástrofe por una protección insuficiente, todo ello en medio de un conflicto bélico que no muestra signos de resolución a corto plazo.

Fuente: Xataka