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El riesgo de trivializar el Trastorno Obsesivo-Compulsivo

El TOC es una condición que va más allá de manías comunes. Conoce los efectos reales del trastorno y por qué debe tratarse con seriedad.

El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones que interfieren de manera significativa en la vida cotidiana. iStockphoto

El uso indiscriminado de la expresión “me da TOC” ha diluido la comprensión del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), una condición que afecta entre el 1% y 2% de la población. Este trastorno mental va mucho más allá de las manías comunes, implicando obsesiones y compulsiones que interfieren profundamente en la vida de quienes lo padecen. Según el Hospital Clínic de Barcelona, el TOC es una condición con serias implicancias para la vida social, laboral y familiar de los afectados, y trivializarlo resta empatía y reconocimiento a la gravedad del trastorno.

El TOC puede surgir en distintas etapas de la vida, aunque es más común su aparición en la niñez o en los primeros años de la adultez. Las personas con TOC experimentan obsesiones, pensamientos recurrentes e intrusivos que provocan una intensa ansiedad. Según la psiquiatra infantil Luisa Lázaro, estos pensamientos no se parecen a las preocupaciones cotidianas; irrumpen en la mente y provocan un malestar tan agudo que lleva a la persona a realizar actos repetitivos, o compulsiones, para aliviar la ansiedad.

Las compulsiones son acciones que el individuo realiza para neutralizar sus obsesiones y suelen ser actos repetitivos, como lavarse las manos en exceso, verificar si las puertas están cerradas o contar objetos. A diferencia de los hábitos, las compulsiones en el TOC no son una simple preferencia o un acto de comodidad, sino una respuesta casi inevitable para enfrentar la incomodidad emocional. “La mayoría de las personas con TOC saben que sus pensamientos son irracionales, pero el impulso a realizar sus compulsiones es casi incontrolable”, explica Lázaro.

A nivel neurológico, el TOC se relaciona con alteraciones en áreas del cerebro que regulan el control de impulsos y la respuesta emocional, como los ganglios basales y el córtex orbitofrontal. Estas áreas interpretan señales comunes como amenazas, lo cual intensifica la respuesta obsesiva-compulsiva. Esta disfunción cerebral convierte al TOC en un trastorno serio, que necesita de un enfoque de tratamiento especializado y no debe ser confundido con simples excentricidades.

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El tratamiento más eficaz para el TOC es la terapia cognitivo-conductual, especialmente la técnica de exposición con prevención de respuesta, que enseña a las personas a enfrentar sus obsesiones sin realizar sus compulsiones, aprendiendo a tolerar la ansiedad sin recurrir al ritual. En algunos casos, el tratamiento puede complementarse con antidepresivos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, para reducir los síntomas de ansiedad y mejorar el control sobre las compulsiones.

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El uso trivial de la expresión “me da TOC” para referirse a pequeñas preferencias resta seriedad a una condición que afecta profundamente la vida de millones de personas. La comprensión y el respeto hacia el TOC pueden fomentar una sociedad más empática, que entienda las enfermedades mentales con la misma importancia que las físicas. No se trata de dramatizar, sino de reconocer y respetar la realidad de quienes viven con este trastorno.

Fuente: La Vanguardia