En las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, la brecha de género se ha vuelto un factor decisivo. La candidata demócrata Kamala Harris se perfila con una ventaja significativa de hasta 30 puntos porcentuales entre las mujeres, mientras que el expresidente republicano Donald Trump lidera en la intención de voto masculina por una diferencia de 12 puntos. Esta divergencia refleja una tendencia que ha crecido a lo largo de las últimas décadas, pero que ahora alcanza un punto culminante.
El apoyo femenino a Harris es sólido, especialmente entre las mujeres con estudios universitarios que residen en suburbios. Estas votantes se sienten atraídas por las políticas de Harris que priorizan los derechos reproductivos y la igualdad. Carrie Zimmerman, una residente de Virginia, sostiene que las mujeres jugarán un papel crucial en estas elecciones, defendiendo no solo el derecho al aborto sino también los valores democráticos frente a lo que ven como una amenaza por parte de Trump.
Las encuestas reflejan que las mujeres, históricamente más inclinadas a apoyar a los demócratas, han acentuado esta preferencia en las últimas décadas. El estratega político Frank Luntz señala que el entusiasmo entre las jóvenes menores de 24 años es especialmente evidente, destacando que muchas ven en Harris un reflejo de sus propias aspiraciones y valores. Por su parte, Katherine Tate, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Brown, explica que la retórica y las políticas de Trump han alienado a muchas votantes femeninas.
En contraste, Trump sigue ganando terreno entre los hombres, especialmente aquellos sin estudios universitarios y de clase trabajadora. Sus discursos enfatizan una imagen de hipermasculinidad y fuerza, lo que le ha valido apoyo entre sectores tradicionalmente más afines a los demócratas, como algunos varones latinos y afroamericanos. Su compañero de fórmula, J. D. Vance, ha sido una figura polémica, especialmente entre las mujeres progresistas, por sus comentarios despectivos sobre ciertos estilos de vida.
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La estrategia de Harris se centra en la inclusión y en ser la voz de la moderación y el diálogo. Ha evitado resaltar su condición de ser la primera mujer negra en busca de la presidencia, aprendiendo de la experiencia de Hillary Clinton en 2016, quien hizo del “techo de cristal” un lema que no logró conquistar a la mayoría. Harris, en cambio, se ha enfocado en temas como el derecho al aborto, una preocupación central para muchas mujeres en un contexto de leyes restrictivas en varios estados.
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Por otro lado, el voto femenino no está completamente en contra de Trump. Algunas mujeres, como Teresa, una inmigrante venezolana residente en Pensilvania, ven en los valores conservadores del Partido Republicano un reflejo de sus propios principios, lo que muestra la diversidad de opiniones dentro del electorado femenino.
Con las mujeres representando el 53% del electorado y votando con mayor frecuencia que los hombres, el respaldo femenino es clave para Harris. En los estados bisagra, los análisis del voto por adelantado indican una ventaja para la candidata demócrata, reflejando una participación del 55% de mujeres frente al 45% de hombres. Este fenómeno podría ser un factor determinante en los resultados del próximo 5 de noviembre, donde la participación y la movilización del voto serán esenciales.
Fuente: El País