En un logro científico sin precedentes, investigadores en Israel han logrado revivir una semilla de más de mil años de antigüedad, encontrada en una cueva del desierto de Judea. El árbol, apodado “Sheba”, podría arrojar luz sobre el enigmático “tsori” mencionado en varios textos bíblicos, famoso por sus propiedades curativas. Esta investigación representa un avance significativo en el campo de la arqueología botánica y abre la puerta a nuevos estudios sobre especies vegetales ancestrales.
El hallazgo inicial se remonta a hace aproximadamente 40 años, cuando arqueólogos desenterraron una semilla en Wadi el Makkuk, una zona de excavación en el desierto de Judea. Tras dataciones que confirmaron su antigüedad (entre los años 993 y 1202 d.C.), la semilla permaneció almacenada hasta que la Dra. Sarah Sallon, investigadora del Centro de Investigación de Medicina Natural Louis Borick de la Organización Médica Hadassah, decidió plantarla en 2010 en colaboración con la Dra. Elaine Solowey, del Instituto Arava. Sorprendentemente, cinco semanas después, la semilla germinó, reviviendo un árbol que se pensaba perdido para la humanidad.
Tras catorce años de cuidadoso cultivo, Sheba ha alcanzado casi tres metros de altura y comenzó a producir una resina con características medicinales. Los estudios de ADN realizados indican que pertenece al género Commiphora, famoso por incluir plantas productoras de incienso y mirra. Sin embargo, los investigadores no han podido determinar su especie exacta, lo que sugiere que Sheba podría pertenecer a un linaje extinto, o al menos, a una especie desconocida hasta ahora.
Sheba también posee cualidades medicinales destacables. Las pruebas químicas revelaron que su resina contiene triterpenoides pentacíclicos, conocidos por sus propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas, y escualeno, un antioxidante natural utilizado en tratamientos dermatológicos. Estas características han llevado a los investigadores a considerar que Sheba podría ser el “tsori” mencionado en la Biblia en el Génesis, Jeremías y Ezequiel, que no se destacaba tanto por su aroma, sino por su valor medicinal.
Los científicos están entusiasmados ante la posibilidad de haber encontrado una versión viviente de este árbol bíblico, aunque reconocen que el camino hacia su confirmación es largo. El equipo de investigación baraja varias teorías sobre cómo la semilla llegó a la cueva: una posibilidad es que fuera transportada por animales; otra hipótesis sugiere que pudo haber sido dejada en la zona por seres humanos hace mil años.
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La resurrección de Sheba no es la primera de este tipo para el equipo, pues la Dra. Sallon ya había trabajado en 2005 con semillas de dátiles de casi 2.000 años de antigüedad, una de las cuales germinó en un árbol conocido como “Matusalén”, en honor al personaje bíblico. Este éxito anterior motivó al equipo a continuar investigando con semillas antiguas.
Con Sheba creciendo en el desierto de Judea, los investigadores seguirán analizando sus propiedades y su relación con el Bálsamo de Judea, otra planta mítica de la que solo se tienen referencias antiguas. A medida que avanza la investigación, el equipo espera que este hallazgo inspire nuevas exploraciones en el mundo de la botánica antigua y revele más secretos de la flora milenaria que aún podrían estar presentes en la región.
Fuente: DW
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