Doña María Lina Marín viuda de Ojeda, mejor conocida como Ña Lina, acaba de celebrar su cumpleaños número 100 en Pastoreo, Caaguazú. Acompañada de familiares y vecinos, esta partera empírica festejó su longevidad con una vitalidad envidiable. A pesar de su avanzada edad, doña Lina sigue enhebrando el hilo sin la necesidad de anteojos, una habilidad sorprendente que ha mantenido a lo largo de los años.
El secreto de su buena salud, según cuenta la abuela, es llevar una vida sana y evitar el consumo de azúcar. “Todos los días yo comía el mbokaja ku’i (coco molido), el maní ku’i y la leche de vaca pura”, asegura doña Lina. Esta rutina alimentaria, junto con una vida activa, parece ser la clave detrás de su energía y aguda visión.
Ña Lina heredó de su abuela el conocimiento para asistir en partos, lo que la convirtió en una partera muy conocida en Pastoreo. Desde 1963 hasta la década del 90, ayudó a traer al mundo a casi todos los niños de su comunidad, ganándose el respeto y la gratitud de varias generaciones. Hoy, aunque ya no asiste partos, aún ayuda a embarazadas con masajes para corregir la posición del bebé.
Don Joaquín, uno de los nueve hijos de doña Lina, comentó con orgullo que su madre sigue cosiendo a mano con una precisión admirable. “Sigue enhebrando el hilo sin usar anteojos”, destacó. De los nueve hijos, cinco están vivos, y la familia de Ña Lina se ha expandido a 46 nietos, 65 bisnietos y 25 tataranietos.
El 23 de septiembre, día de su cumpleaños, doña Lina lució un vestido azul eléctrico, reflejo de su pasión por el liberalismo, un sentimiento que ha compartido con la mayoría de sus hijos. “Hasta mi sangre es azul por lo fanática que soy”, expresó entre risas la abuela centenaria.
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Aparte de su longevidad, doña Lina destaca por su buen apetito. Aún disfruta de la carne y el caldo, y entre risas cuenta que hasta manda a preparar tallarín caldo, uno de sus platos preferidos. En este sentido, mantiene una rutina alimentaria sencilla, pero llena de alimentos naturales que considera clave para su salud.
Hoy, doña Lina continúa siendo una figura querida y respetada en su comunidad, un símbolo de vitalidad y longevidad que atribuye a una vida dedicada al servicio y a una alimentación saludable. Su historia no solo inspira a quienes la rodean, sino que también es un recordatorio de la importancia de cuidar el cuerpo a lo largo de los años.
Fuente: EXTRA