En las últimas publicaciones y discusiones sobre la salud mental, el psicólogo social Jonathan Haidt emergió como una figura central con su nuevo libro “La generación ansiosa”. El texto critica la integración temprana de smartphones y redes sociales en la vida de los jóvenes, vinculándolos a un aumento en los trastornos mentales. Según Haidt, las restricciones de acceso hasta los 16 años podrían ser una solución viable.
El psicólogo, que se desempeña como profesor de Liderazgo Ético en la Universidad de Nueva York, basa sus afirmaciones en una extensa revisión de estudios y estadísticas. Estos indican un incremento alarmante en la incidencia de problemas como la ansiedad y la depresión entre preadolescentes y adolescentes en Estados Unidos, una tendencia que se atribuye al uso continuo y no regulado de tecnologías digitales.
La Asociación Estadounidense de Psicología (APA) respaldó esta perspectiva en un informe reciente, calificando a las plataformas de redes sociales como inherentemente peligrosas para los menores. El informe argumenta que los niños carecen de la madurez necesaria para navegar por estas plataformas de manera segura, instando a que la responsabilidad de proteger a los usuarios jóvenes recaiga tanto en los padres como en los desarrolladores de estas plataformas.
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Haidt describe la situación actual como un punto de inflexión crítico, sugiriendo que sin una intervención significativa, la salud mental de las futuras generaciones podría deteriorarse irreversiblemente. Propone una “revolución” en la supervisión parental y educativa del acceso tecnológico, con el objetivo de preservar el bienestar emocional y psicológico de los jóvenes.
En una entrevista reciente con CNN, Haidt discutió cómo la infancia se transformó drásticamente desde la década de 1990, pasando de ser un período dominado por el juego físico a uno saturado de interacciones digitales. Este cambio, según él, sacrificó el desarrollo saludable en el altar de la seguridad física, con niños que pasan horas interminables ante pantallas en lugar de interactuar en entornos reales.
Entre los datos que el autor encuentra más reveladores, está el descenso en las hospitalizaciones por fracturas entre adolescentes, un indicativo de que están físicamente menos activos que nunca. Sin embargo, este aparente beneficio viene con un costo elevado para su salud mental, con un incremento en los comportamientos de autolesión y los pensamientos suicidas, especialmente entre las niñas.
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El impacto diferencial en géneros también se resalta, con las niñas mostrando mayor susceptibilidad a los efectos negativos de las redes sociales debido a su tendencia a compartir y procesar emociones intensamente en estos entornos.
Ante este panorama, Haidt sugiere varias normas: prohibir smartphones hasta la secundaria, restringir el acceso a redes sociales hasta los 16 años, eliminar los teléfonos de las escuelas y fomentar más independencia y juego al aire libre.
Finalmente, Haidt advierte sobre las consecuencias a largo plazo de no actuar, que podrían extenderse más allá de la salud individual a afectar la estructura social y económica de la sociedad. Subraya la urgencia de adoptar medidas que restrinjan el acceso tecnológico para proteger el bienestar de los jóvenes, un desafío que requiere una acción colectiva y determinada.
Fuente: CNN.
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