Antes de que Megadeth hiciera su entrada triunfal, Josema González, vocalista y guitarrista de Kuazar, la banda nacional encargada de abrir el show, lanzó una pregunta retórica al público: “¿De dónde sale eso de que el rock murió?”. Junto a sus compañeros Ratty González en la batería y Marcelo Saracho en el bajo y los coros, inauguraron la noche con una descarga de rock, heavy, speed y thrash metal que demostraba la vitalidad de estos géneros.
Kuazar dejó en claro que los estilos pesados no solo siguen vivos, sino que gozan de una excelente salud, a juzgar por la eufórica respuesta de los asistentes ante su enérgica presentación. Temas como “Kuriju”, “Machete che pope” y “Obscure & Violent” resonaron de manera contundente, abriendo el apetito de los metaleros para recibir a los hlaviados Megadeth.
El rugido de las guitarras inundó el ambiente, y el corazón de los metaleros paraguayos latió al ritmo frenético de la batería. Megadeth, la legendaria banda de thrash metal, había llegado para redimirse y ofrecer una noche épica en Paraguay.
Desde el instante en que resonaron las primeras notas de “The Sick, the Dying… and the Dead!”, canción que abrió un brutal y arrollador show, quedó claro que esta no sería una presentación más. Era una revancha anhelada, un desquite con sabor a victoria después del caos y la desorganización que interrumpieron su última visita en 2016.
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Flanqueado por los excelentes músicos Teemu Mäntysaari, James LoMenzo y Dirk Verbeuren, Dave Mustaine, el carismático frontman, demostró que Megadeth está en su mejor momento, tanto musical como escénico.
Con canciones en seguidilla, casi sin hablar, pero eligiendo los momentos precisos para acercarse al público en diferentes puntos del escenario, Mustaine confirmó que se debe a todos por igual. Su larga cabellera pelirroja, casi dorada, se agitaba al compás de sus solos espiralados y sus melodías incisivas.
El escenario se convirtió en una fiesta de guitarras cruzadas, bajos que iban de un extremo a otro y una pared de batería imponente. Los temas como “Skin o’ My Teeth”, “Hangar 18” y “In My Darkest Hour” se entrelazaban con cambios de luces que impactaban y acompañaban el sonido poderoso de la banda, sonando impecablemente ajustada.
“¡Gracias por venir!”, exclamó Dave, recordando el “fiasco” de su última visita y expresando su prioridad por Paraguay sobre Uruguay. “Tornado of Souls” y “Symphony of Destruction” afirmaron que la redención sería total, con el público coreando “¡Megadeth, Megadeth!”.
En un perfecto español, Mustaine agradeció al público antes de interpretar “Peace Sells”, donde hizo su aparición Vic Rattlehead, el icónico personaje de calavera y cadenas.
Los amagues por desaparecer del escenario no duraron mucho, generando tensión y seguro, descansando. Así llegó el final con “Mechanix” y “Holy Wars… The Punishment Due”, en una noche donde Mustaine no soltó la guitarra, de donde sacaba su fuerza.
Mientras abajo, el público agradecía con aplausos, pogos y gritos interminables, redimidos también con un comportamiento excelente que coronó un reencuentro indeleble.
“¡Buenas noches!”, dijo un agradecido Mustaine, después de regalar púas, baquetas y muñequeras personales. Con la guitarra en alto, como una ofrenda, se despedía pidiendo que Dios bendiga a nuestro país.
La nota posterior al show fue que los chicos de la Orquesta de instrumentos de Cateura se reencontraron con Dave Mustaine, regalándole una guitarra especial y remeras para cada integrante del grupo.
En una noche cargada de energía, pasión y carisma, Megadeth no solo ofreció un concierto entero, sino que superó con creces cualquier expectativa, demostrando su grandeza y saldando cuentas pendientes con un país que supo esperar por su revancha.
Fuente: ABC Color
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