En un reciente informe del Ministerio Público, se revela una dolorosa realidad: más de 550 denuncias de abandono a personas de la tercera edad en el último año, un número que no solo alarma sino que nos obliga a mirar de frente una crisis de humanidad en nuestra sociedad.
Las cifras, desgarradoras por sí solas, nos hablan de una negligencia extendida. El 88% de estos casos son de adultos mayores abandonados en sus propias viviendas. ¿Qué nos dice esto? Que el abandono no es un acto de distancia, sino de olvido y desapego, incluso en la cercanía física.
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El abandono, más allá de un acto de negligencia, es una violación de derechos humanos. La ley es clara en sancionar a quienes descuidan gravemente su deber de cuidado hacia los ancianos. Sin embargo, la realidad nos muestra un escenario donde la legislación parece no ser suficiente.
El perfil de las víctimas es tan diverso como preocupante: un 59% son hombres, un 41% mujeres, y la mayoría se encuentra entre los 69 y 70 años. Este grupo, marcado por la vulnerabilidad, enfrenta no solo el olvido sino también enfermedades crónicas y discapacidades.
Pero, ¿cuál es el impacto real de este abandono? No es solo físico. Según estudios, estos adultos mayores sufren deterioro físico, privación económica, y lo que es más grave, una profunda soledad y desamparo emocional.
José Caballero, un especialista en el tema, subraya la gravedad del asunto. El abandono no solo afecta la esfera física, sino también la psicológica y social. Estos ancianos, a menudo sin recursos ni apoyo, terminan en las calles o en casas de acogida, como último refugio.
PARAGUAY QUE DUELE |
La señora Celestina Cardozo perdió la pensión para adulto mayor en situación de pobreza luego de que la declararan «muerta» administrativamente.
Mientras tanto, incluso padres de legisladores cobran dicha ayuda estatal.pic.twitter.com/b1HoLfWRdw
— El Nacional (@elnacionalpy) December 7, 2023
El abandono a personas mayores es un reflejo de la salud de nuestra sociedad. No podemos permanecer indiferentes ante una realidad que afecta a quienes, en su momento, fueron pilares de nuestras comunidades.
Es momento de actuar, de asumir responsabilidades, no solo como familiares sino como sociedad. La dignidad de nuestros ancianos es un tesoro que debemos proteger con acciones, no solo con palabras.
Fuente: Última Hora