En un grito silencioso de auxilio que resuena en los pasillos del Hospital Materno Infantil San Pablo, se revelan dos casos que nos confrontan con una cruda realidad: el abuso a menores y la apatía institucional.
La semana pasada, una adolescente de 16 años, víctima de un presunto abuso sexual, llegó al hospital en un intento desesperado de suicidio. Pocos días después, una niña de apenas 13 años, embarazada, fue ingresada en terapia intensiva. Ambos casos, reflejos de un sistema que falla a los más vulnerables, fueron denunciados al Ministerio Público.
La inacción de la Fiscalía ante estas denuncias ha generado una oleada de indignación. Funcionarios del hospital, quienes prefieren mantener el anonimato por temor a represalias, expresan su frustración. “Es como si estos niños no importaran. Como si su dolor y su sufrimiento fueran invisibles para quienes deben protegerlos”, lamenta uno de ellos.
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El doctor Vicente Vega, director médico del hospital, confirmó que las denuncias se presentaron ante la Fiscalía. “Hemos hecho lo que está en nuestras manos. Ahora, esperamos justicia”, afirma con una mezcla de esperanza y desesperación.
La situación de la niña de 13 años es especialmente alarmante. Su condición, crítica, nos recuerda las duras consecuencias del abuso y la negligencia. “Estamos brindando toda la atención médica necesaria, pero es imprescindible una acción legal contundente”, señala el doctor Vega.
Mientras tanto, la niña de 16 años, víctima de un intento de suicidio, ya fue dada de alta. No obstante, su caso sigue siendo una muestra del dolor y el trauma que estos abusos dejan en sus víctimas.
Este escenario en el Hospital San Pablo no es un caso aislado, sino un reflejo de una problemática mucho más amplia que afecta a nuestra sociedad. El abuso a menores es una realidad dolorosa que requiere de una respuesta inmediata y efectiva por parte de todas las instituciones involucradas.
Fuente: ABC Color
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