En Puerto Esperanza, una comunidad indígena Ishir en Bahía Negra, el tiempo parece haberse detenido desde aquel 2 de agosto de 2022, cuando la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) prometió construir la primera planta de energía solar del país.
Financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo con una inversión de G. 15.700 millones, este proyecto ilusionó a unas 350 familias de la zona con la perspectiva de una vida mejor.
La comunidad, ubicada en un rincón remoto del país, a unos 850 kilómetros al norte de Asunción, es un testimonio de resistencia y esperanza. A pesar de contar con instituciones educativas y un puesto de salud, viven sin energía eléctrica ni agua potable. La promesa de la planta solar, por tanto, representaba un cambio radical.
El contrato, firmado en un acto público con el presidente Mario Abdo Benítez y el titular de ANDE, Félix Sosa, generó grandes expectativas. Carmelo Romero, representante de la comunidad, expresaba entonces su alegría por un futuro con electricidad, un derecho básico largamente esperado.
La obra, según Sosa, no solo era un hito en la diversificación energética de Paraguay sino también un paso hacia la mejora de la calidad de vida en Puerto Esperanza. Esta planta solar operaría con un sistema híbrido, utilizando energía fotovoltaica con respaldo en baterías, y podría conectarse a una futura red eléctrica.
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Más de un año después, los habitantes de Puerto Esperanza siguen esperando. A pesar de las promesas y los preparativos iniciales, como la construcción de postes de quebracho para cercar el terreno de la futura planta, los trabajos de campo no comenzaron. Darcio Vera, uno de los pobladores, señala que desde aquellos primeros movimientos, todo quedó en silencio.
La energía eléctrica es crucial para la comunidad. Permitiría conservar el pescado para su comercialización y acceder a agua potable. Los niños podrían estudiar en mejores condiciones, dejando atrás los candiles de cebo.
Por su parte, Félix Barrios, ingeniero a cargo del proyecto, asegura que la obra se ejecuta según el cronograma. Se realizaron estudios de suelo y mediciones topográficas, y está previsto iniciar los trabajos de campo antes de fin de año. Sin embargo, esta afirmación choca con la realidad percibida por los habitantes de Puerto Esperanza, quienes siguen aguardando la llegada de la energía eléctrica.
Este retraso no es solo una cuestión de infraestructura; es un reflejo de las desigualdades y el olvido que a menudo enfrentan las comunidades indígenas en Paraguay. La planta de energía solar en Puerto Esperanza es más que un proyecto energético; es un símbolo de esperanza y dignidad para una comunidad que fue marginada durante demasiado tiempo.
Fuente: Última Hora.
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