Las persistentes lluvias en Alto Paraná han agravado la situación de centenares de familias desplazadas por la reciente crecida del río Paraná, aumentando su drama y desesperación. Los más afectados son los ancianos y los niños, que soportan las peores consecuencias de esta catástrofe natural.
Hace una semana, los habitantes de los barrios San Alfredo, Fracción La Merced, 23 de Octubre y Che La Reina en Ciudad del Este vieron sus hogares invadidos por las aguas. Sin haberse recuperado aún del primer embate, la constante lluvia ha desbordado los arroyos Amambay y Acaraymí, inundando nuevamente sus viviendas.
Los residentes del barrio San Rafael, por ejemplo, han estado sin poder trabajar durante cinco días. Muchos de ellos dependen del comercio informal y la venta callejera para subsistir, pero su condición de damnificados les impide salir a trabajar y dejar solos a sus hijos.
Según la Comisión Especial de Inundaciones (CEI) de Itaipú, hay 400 familias desplazadas, 140 de las cuales pertenecen a San Rafael. Sin embargo, los habitantes aseguran que estas cifras son conservadoras y que el número real de afectados es mucho mayor.
En el distrito de Ñacunday, al menos 300 pobladores ribereños están sufriendo penurias debido a que no pueden retornar a sus lugares de trabajo en territorio argentino a causa de la crecida del río Paraná.
Una situación similar enfrentan los habitantes de Domingo Martínez de Irala, quienes también dependen económicamente de sus actividades laborales al otro lado de la frontera.
El pronóstico del tiempo indica que las lluvias continuarán, dejando a los damnificados en una situación de incertidumbre y desesperación. No se sabe cuánto tiempo más pasará para que el cauce del desbordado Acaraymí vuelva a su nivel normal y así puedan retornar a sus hogares.
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