Mientras el reloj marcaba el inicio del 3 de noviembre, un murmullo se filtraba en la oscuridad de la noche paraguaya. No eran más que ecos de una era pasada, remembranzas de un tiempo que para algunos se antoja glorioso y para otros, un capítulo oscuro en la historia de nuestro país. La dictadura de Alfredo Stroessner, que perduró desde 1954 hasta 1989, dejó huellas imborrables en el tejido social paraguayo.
El “Generalísimo”, como le apodaban sus adeptos, convertía su natalicio en un verdadero carnaval del poder. La “fecha feliz”, lema acuñado por sus seguidores, se celebraba con una ceremonia que tenía lugar en Mburuvicha Róga, la residencia presidencial. Dicha tradición no murió completamente; algunos aún conmemoran el día con fuegos artificiales y canciones que evocan al exdictador.
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Pero, ¿qué representa realmente esta fecha en el Paraguay de hoy? Es evidente que la historia no es unidimensional. A la par de estas celebraciones nostálgicas, emerge una sociedad que reclama justicia y memoria. El informe de la Comisión Verdad y Justicia, publicado hace ya algunos años, reveló cifras estremecedoras: 456 desaparecidos, 18.772 torturados y aproximadamente 20.090 víctimas directas del régimen militar.
El director de Memoria Histórica del Ministerio de Justicia, Rogelio Goiburú, enfatiza que el 3 de noviembre no debe ser recordado con júbilo, sino todo lo contrario. Representa el nacimiento de un dictador que sometió a su pueblo a décadas de terror y represión. Esta perspectiva es compartida por voces como la del reconocido escritor y periodista Mario Rubén Álvarez, quien aboga por mantener viva la memoria del terrorismo de Estado perpetrado en aquella época.
El barrio San Pablo, conocido anteriormente como Barrio General Stroessner, sigue siendo el epicentro de estos festejos reducidos. La polca “Don Alfredo”, compuesta por Francisco Larrosa, aún resuena en el aire, despertando memorias de un pasado que para algunos es motivo de orgullo y para otros, de profunda tristeza y reflexión.
Las heridas de la dictadura aún no cicatrizaron completamente en el alma de Paraguay. Mientras algunas voces claman por justicia y memoria, otras persisten en idealizar un régimen que dejó una estela de violaciones a los derechos humanos. El 3 de noviembre, lejos de ser una simple fecha en el calendario, se convierte en un espejo que refleja las múltiples facetas de nuestra identidad nacional, una jornada para recordar, reflexionar y, sobre todo, aprender de la historia.
Fuente: Última Hora.