En un contexto donde la prudencia debería ser la norma, las declaraciones del diputado Rubén Rubin, quien ha propuesto enviar “al menos un grupo de cinco o diez enfermeros” de Paraguay a Israel, en medio de un conflicto bélico que ya ha cobrado la vida de más de 1.300 personas entre israelíes y palestinos, resuena con una mezcla de incredulidad y consternación en la sociedad paraguaya.
El conflicto entre Israel y el grupo armado palestino Hamás ha escalado a niveles alarmantes, con ataques y bombardeos que no solo han causado un elevado número de bajas, sino también un ambiente de inseguridad y desesperación entre los ciudadanos de ambas naciones. En este escenario, la propuesta de Rubin no solo es imprudente, sino que también plantea serias cuestiones éticas y de seguridad para los profesionales de la salud que se enviarían a una zona de guerra.
Rubin, quien ha perdido a un familiar directo en las hostilidades recientes, ha manifestado que “podemos hacer medidas de apoyo, pero medidas de acción más contundentes las va a tener que determinar el canciller”. Sin embargo, la propuesta de enviar personal médico a una región en conflicto, donde la seguridad no puede ser garantizada, es un acto que va más allá de la solidaridad y se adentra en un terreno de riesgo y exposición innecesaria de ciudadanos paraguayos.
La guerra, que se desató el sábado pasado, ha dejado, según agencias periodísticas que operan en la zona de conflicto, más de 800 muertos y 2.500 heridos en Israel, mientras que en la Franja de Gaza se registran al menos 560 muertos y 2.900 heridos. En este contexto, la propuesta de Rubin no solo es insensible ante la realidad de los profesionales de la salud en Paraguay, sino que también demuestra una falta de entendimiento sobre la gravedad y complejidad del conflicto en Oriente Medio.
Es imperativo que los líderes políticos aborden la situación con una perspectiva informada y empática, no solo hacia las víctimas del conflicto en Israel y Palestina, sino también hacia los profesionales de la salud en Paraguay.
La solidaridad internacional es crucial, pero debe ser practicada con prudencia, respeto y, sobre todo, asegurando la protección y bienestar de aquellos a quienes se busca ayudar y de quienes se pide que ayuden. La propuesta de Rubin, por lo tanto, debe ser evaluada no solo en términos de su viabilidad, sino también de su humanidad y ética.
Fuente: ABC Color.
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