A orillas de una carretera en la provincia de Buenos Aires, algo más que simples desechos yacía en un contenedor. Celina Bríttez, socióloga de Otamendi, jamás imaginó descubrir el legado de un titán literario: Augusto Roa Bastos.
En las cajas halladas, no solo estaban las ediciones de las principales obras de Roa Bastos, sino también ejemplares dedicados por autores de renombre como Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Pero el verdadero tesoro eran las anotaciones marginales del propio Roa Bastos, en especial para su obra «Yo el Supremo».
Consciente del valor incalculable de tal descubrimiento, Celina Bríttez, apoyada por su familia, decidió restituir esta reliquia literaria a su tierra natal.
Tras ordenar y catalogar cada ítem, se contactó con la Embajada del Paraguay en Argentina. Gracias a su determinación, este legado, que por poco se pierde en el olvido, ha sido cedido a la Fundación Augusto Roa Bastos para su conservación y valoración.
En una era donde la digitalización parece dominar, el papel sigue teniendo un peso imborrable en nuestra historia. La biblioteca de Augusto Roa Bastos, rescatada de la inminente destrucción, es un recordatorio del poder perdurable de la literatura y la serendipia de la vida.
Fuente: ABC Color
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