La Parroquia San Buenaventura de Yaguarón ha sido sumergida en un mar de controversia y críticas tras el reciente sorteo de un automóvil. El ganador, según el número sorteado, es Miguel Pereira, pero la boleta ganadora apareció en manos de Abel Antonio Jarolín
La parroquia insiste en que entregará el premio a Pereira, pero la decisión ha provocado una tormenta de protestas en las redes sociales, informa el diario Extra.
El sorteo fue organizado por el Consejo Económico Parroquial, que establece la numeración de la rifa como mecanismo de distribución y control de los talonarios.
El número premiado fue el 7358, a nombre de Miguel Pereira, pero Pereira no tenía la boleta en mano. En lugar de eso, apareció Jarolín sosteniendo la boleta ganadora, alegando que la había comprado precisamente a Pereira.
La parroquia, en un extenso comunicado, anunció que respetará el reglamento de la rifa y entregará el premio a Pereira, ya que era el comprador original del número ganador. Sin embargo, esta decisión ha sido recibida con críticas y cuestionamientos.
Muchos argumentan que el premio debería ser entregado a quien tenga la boleta en mano, independientemente de quién figure en el talonario.
La parroquia se defiende diciendo que no es responsable de la supuesta reventa manifestada por Jarolín. Pero, ¿es suficiente esta defensa? El incidente ha dejado un sabor amargo en la comunidad, con muchos cuestionando la seriedad del Consejo Económico Parroquial.
En medio de este lío, es importante destacar la necesidad de transparencia en estos eventos. Si bien la parroquia tiene razón en seguir su reglamento, ¿no debería haber habido medidas para prevenir tales situaciones? ¿No debería haber una mayor supervisión para garantizar que las boletas no sean revendidas?
Las rifas son una forma común de recaudar fondos para diversas causas, pero este incidente en la Parroquia San Buenaventura ejemplifica cómo pueden surgir problemas si no se manejan adecuadamente.
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