El presidente de la República, Mario Abdo Benítez, resaltó que una democracia sólida es fundamental para el desarrollo de los países y en ese sentido, expresó su preocupación acerca del crecimiento de la distancia ideológica e instó a analizar la desinformación, la cual puede generar desestabilización democrática.
El jefe de Estado, pidió analizar con mayor rigurosidad a la desinformación como herramienta de la desestabilización democrática. Sostuvo que una noticia falsa puede convertirse en una verdad asumida en cuestión de minutos.
“Las llamadas fake news no son al azar, son diseñadas y coordinadas con una intención muy clara, desestabilizar, generar desesperanza, desencanto y lo más alarmante es que muchos, prefieren mantenerse en lo falso antes que buscar la verdad”, afirmó.
El mandatario manifestó que tener una democracia sólida es fundamental para el desarrollo de los países e indicó que la misma debe ser sinónimo de transparencia, compromiso, rendición de cuentas y ante todo, participación.
Asimismo, consideró que se trata de una aliada clave para promover la justicia social, así como garante de oportunidades para todos, con instituciones independientes y fortalecidas que permitan que las sociedades y los jóvenes vean en ella la esperanza de un futuro mejor.
En otra parte de su intervención, Abdo Benítez invitó a reflexionar acerca de la desconfianza ciudadana a la democracia.
Admitió que los errores cometidos, la impunidad, que es reflejo de un Poder Judicial débil, la corrupción, que se filtra como una humedad difícil de retirar en todos los poderes del Estado, son algunos de los problemas que se enfrentan en Latinoamérica y que acrecienta dicho descontento.
“No es fácil la lucha por mantener el modelo democrático pero tengo la certeza de que somos llamados a reconstruir esa confianza”, expresó.
Mencionó otro eje de reflexión guarda relación con el aumento de la distancia ideológica. Indicó que hay grupos de derecha y de izquierda que cada son más radicales, grupos que se ubican en diferentes extremos y terminan por no reconocerse como actores políticos, al que calificó como un “factor de erosión” para la democracia.