En una reflexión presentada por la periodista Brigitte Colman del diario Última Hora, se ahonda sus diversas representaciones.
En él, menciona al escritor y periodista paraguayo, Mario Rubén Álvarez, quien explica que la especie lorito es propia del monte, y que hay varios tipos: el chiquito, el maracaná, el loro grande e incluso entra el papagallo en la lista.
El “Lorito óga” es el lorito domesticado, el lorito amansado, el lorito que perdió su libertad.
Se lo tiene en una jaula, en una latita le dan comer, etc. “De ahí con la comparación del hombre que se queda en la casa, atado, enjaulado, imposibilitado de ir a vagar, a chupar, jugar partido” afirma el escritor Mario Rubén
Por lo que para el hombre es fatal, «porque vos aunque seas un dominado tenés que dar la sensación de que no, y si es evidente que sos un lorito, sos un hazmerreír. Así opera la cultura machista, y para que no digan eso de vos, tenés que inventar alguna cosa y salir» recalca.
Por otra parte, Colmán explica que una caricatura es un retrato con intención humorística o crítica; la caricatura distorsiona y exagera, y es exactamente lo que supone la figura del lorito óga. El apelativo esconde algo más profundo que a veces queda sepultado por la anécdota.
Así mismo para Myrian González Vera, directora del Centro de Documentación y Estudios (CDE), redactora del informe sobre violencia de género del Informe de Derechos 2017 de la Codehupy, «el lorito óga es el mejor ejemplo de la desigualdad de género, que afecta a los varones».
Porque, según González Vera, el lorito óga se dice del hombre que no está cumpliendo con un rol de género, que es ser el jefe de la familia. Un jefe es a quien uno tiene que obedecer, es quien ordena y los que están bajo su dominio obedecen.
«El lorito óga invierte esa jerarquía de roles de poder, por eso hay una cuestión de desigualdad de género hacia los hombres que incumplen el rol masculino, el ser jefe» apunta la directora, ya que el lorito óga le tiene que pedir permiso a su señora, hace cosas de la casa, «depende de otra persona que le conceda el permiso para hacer cosas».
Colmán, entonces, concluye que una mujer muerta como resultado de la violencia ejercida por su pareja es el final del camino; de un camino que estuvo sembrado no solo de violencia física, sicológica y verbal, sino también de la que no se ve, pero que está presente en cada parte de nuestra vida.
Es el machismo con el que convivimos y que tiene formas de manifestarse que aparecen ya prácticamente «normalizadas».
Este denominado micromachismo es una forma de violencia de género y se expresa de muchas maneras en la vida cotidiana; los chistes son una de sus expresiones.
Por lo que llamar lorito al compañero de trabajo disfraza un insulto, pero no solo para el que recibe directamente la etiqueta de «dominado». El insulto es también para las mujeres (y sus tradicionales labores domésticas).
Los hombre que reciben ese mote de “Lorito óga”, tal vez, conciban las relaciones como un campo más igualitario, en el que no se sienten obligados a ser el jefe, y que no sienten socavada su masculinidad por limpiar la casa o ejercer su responsabilidad con los hijos.
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